BRAVO LÓPEZ, Fernando (2012): En casa ajena. Bases intelectuales del antisemitismo y la islamofobia, Barcelona, Edicions Bellaterra

Por Rubén Lasheras.
Gestor de la Cátedra UNESCO de Ciudadanía, Convivencia y Pluralismo de la Universidad Pública de Navarra y Profesor Asociado Doctor del Departamento de Trabajo Social.

BRAVO LÓPEZ, Fernando (2012): En casa ajena. Bases intelectuales del antisemitismo y la islamofobia, Barcelona, Edicions Bellaterra
24 de Septiembre de 2012

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La aproximación al presente libro erigía una serie de incertidumbres derivadas de las específicas características de los fenómenos objeto de estudio. La exploración de las bases intelectuales del antisemitismo y la islamofobia suponía un substancial reto metodológico dada su condición de conductas o actitudes que, al igual que otros procederes discriminatorios, no son habitualmente reclamadas o reconocidas.

Sin embargo, el texto resuelve con creces este desafío al presentar y analizar, de forma exhaustiva y accesible, una completa recopilación de material histórico donde la lógica discursiva antisemita (especialmente profusa esta literatura) e islamófoba se hacen presentes. Este compendio exhibe de forma nítida el modo en que los textos sagrados (Talmud y Corán, pero también Torá, hadices, etcétera), identificados como pilares centrales del islam y del judaísmo, son tergiversada y sesgadamente interpretados con el propósito de acometer contra estas tradiciones religiosas. Retratados (mejor dicho, caricaturizados) como reduccionistas esencias, estas obras son el blanco de los ataques de una autonombrada vanguardia del pensamiento que es responsable, consciente o inconscientemente, de instituir y ampliar el universo intelectual del antisemitismo y la islamofobia.

El libro muestra ejemplarmente tanto este afán por descubrir y desenterrar las esencias de los textos sagrados como las transformaciones en el argumentario. En este sentido, es evidenciado cómo el tradicional discurso biologicista/racial deja paso a otro disfrazado de un racionalismo de tono academicista. Entre los ejemplos suministrados, la Alemania nazi sería el arquetipo. La propagada visceral era combinada con fórmulas más sutiles que, mediante una lógica discursiva criminalizadora camuflada de racionalidad, impactasen en un público no necesariamente antisemita. Esta atrevida apuesta por la refutación desde la razón no renuncia incluso a interpretar las realidades sociopolíticas actuales utilizando los textos sagrados. Véase, entre otros ejemplos, los ataques del 11 de septiembre a las torres gemelas.

El inicial acercamiento etimológico a estos conceptos constituye otro gran acierto al conectarnos con fenómenos sociales clásicos que permiten ahondar en la comprensión de los objetos de estudio. En lo concerniente al antisemitismo, el prefijo griego anti, entendido como opuesto o contrario, revela la histórica hostilidad desarrollada hacia el colectivo judío y nos dirige al encuentro con la alteridad. Ésta ha ocupado un lugar distinguido en la organización social materializando la tradicional disputa entre el reconocimiento de la pluralidad (entendida como el descubrimiento que el “yo” o “nosotros” hace del “otro” u “otros”) y la exigencia de cohesión interna. Esta evidencia de la condición eminentemente social de la existencia humana ha sido atendida desde diversas nociones: extranjero (Simmel), extraño (Schütz, Bauman) u outsider (Elias).La perspectiva histórica suministra además dos formas de concebir la alteridad que enlazan con los fenómenos que protagonizan este libro. El esclavo en la Grecia clásica representaba “el otro cercano” en términos similares a la tradicional concepción del colectivo judío como “enemigo interior” que habita en el seno de distintas sociedades. En segundo término, el bárbaro simbolizaba “el otro distante”, extensible a todo pueblo apostado más allá de las fronteras y sobre el que poco se sabía.

El esfuerzo recopilatorio de esta obra es sumamente oportuno, ya que conociendo las imágenes y representaciones de la alteridad podremos comprender y evaluar las relaciones y comportamientos que articulamos con ella. En el caso de ambos colectivos, y como efecto de un ejercicio de bipolarización máxima, son tradicionalmente confinados en remotos espacios estancos donde la única posibilidad de salida es la renuncia y la asimilación (aunque ni siquiera el salvífico poder de la conversión sea siempre suficiente). Por ello, exclusión, sometimiento, discriminación, estigma, segregación, rechazo, negación y persecución (incluso exterminio en el caso del holocausto), son realidades históricamente conocidas que han vetado el acceso a la ciudadanía, han dificultado los procesos de integración, han impedido las pertenencias múltiples y, en definitiva, han obstaculizado la convivencia.

Nuestra modernidad, distinguida entre otros aspectos por el tránsito y la movilidad transnacional que incrementa los encuentros entre “diferentes”, conserva (e incluso propaga) el ejercicio de identificación de la alteridad como fórmula cohesionadora y como apuesta funcional que reste complejidad a la realidad social. Pero este modo de operar precisa además, como se revela a través de los fragmentos seleccionados, un reforzamiento de la distancia que se logra mediante la extensión de la amenaza y el temor. Sendas nociones son medulares en el auge la islamofobia.

La mitología griega señala a Fobos como hijo de Ares (dios de la guerra) y Afrodita (diosa del amor). Ares encarna la fuerza, el tumulto, la violencia y la confusión. Afrodita representa la belleza, la atracción, la seducción y la lujuria. Fobos hereda la irracionalidad e incontrolabilidad de sus progenitores en sus dos dimensiones opuestas y le sitúan como la personificación del miedo, del temor, del horror y, especialmente, del pánico. Esta realidad mitológica origina el término fobia, entendido como aversión obsesiva a alguien o algo y temor irracional compulsivo (RAE). Entre el amplio espectro de fobias, la islamofobia representa la animadversión al mundo islámico.

Los documentos reunidos ilustran perfectamente el proceso mediante el cual tanto el islam como el judaísmo (y especialmente sus textos sagrados al ser considerados peligrosas herramientas emancipadoras) son ubicados en el espacio de la amenaza. Antítesis de la razón, opuestos a la verdad, contrarios a la igualdad, símbolos del fanatismo, promotores de conflictos bélicos, enfrentados a la democracia, enemigos de la civilización, adversarios del Estado, instigadores de la conspiración, personificación de la intolerancia, inspiradores de sociedades secretas, amigos del socialismo/comunismo, minorías malignas, comunidades perversas, encarnaciones de la barbarie, irreconciliables con las identidades nacionales, incompatibles con los derechos humanos, generadores de inestabilidad, corruptores de la política o impregnados de supremacía, son algunas de las estigmatizadoras atribuciones resultantes de una estigmatizadora aproximación a los textos sagrados con manifiesto propósito de extender el temor. La contundencia desplegada parece incluso querer evitar una dispersión de enemigos que diluya la amenazante representación de ambas tradiciones religiosas. Del mismo modo, tras cada ejercicio de identificación y definición social de la amenaza subyace un reforzamiento implícito del grupo hegemónico (su origen, herencia, sangre, tradición, religión, etcétera) que alienta posturas defensivas susceptibles de impregnar todo el espacio ideológico.

En resumen, esta serie de elementos comunes, principalmente alteridad y amenaza, convierte en pertinente esta paralela acometida en la búsqueda de las bases intelectuales del antisemitismo y la islamofobia. En el caso de este último fenómeno, la pertinencia es doble. Pese a sus múltiples expresiones históricas, la noción islamofobia se encuentra actualmente en construcción. La creciente visibilidad del islam en las sociedades occidentales (a través de sus prácticas, sus lugares de culto o sus textos sagrados) engendra nuevas reacciones de rechazo todavía por identificar. Al reparar en los fundamentos intelectuales sobre los que se sostiene este fenómeno emergente, el libro es una firme y valiosa contribución a su delimitación conceptual.En este sentido, destaca una metodología expositiva que no incurre en los errores que identifica. No hay esencia del islam o del judaísmo, pero tampoco del antisemitismo o la islamofobia. Ambos fenómenos son expresiones históricas sujetas a transformaciones que tampoco deben olvidar ese complejo juego de representaciones resultante del antisemitismo musulmán y de la islamofobia judía como dos espejos que se miran frente a frente.

Por último, desde el compromiso de su autor, el libro, más allá de su componente histórica descriptiva perfectamente resuelta, es una clara invitación a la toma de conciencia que nos sumerge continuamente en un potencial dialogo con otros desafíos clásicos y contemporáneos como el creciente pluralismo religioso, los procesos de secularización, la desigualdad social, la libertad de conciencia, la gestión de lo religioso, los límites de la tolerancia, el protagonismo de las minorías, la supervivencia étnica o el fracaso civilizatorio. En definitiva, la lectura de este texto, desde sus constatadas evidencias y sus turbadores retos, ofrece la paradójica experiencia de acogida “en casa ajena”.

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