RUIZ ANDRÉS, Rafael (2022): La Secularización en España. Rupturas y cambios religiosos desde la sociología histórica, Madrid, Ediciones Cátedra

Por Francisco Javier Fernández Vallina
Profesor emérito de la Universidad Complutense de Madrid

RUIZ ANDRÉS, Rafael (2022): La Secularización en España. Rupturas y cambios religiosos desde la sociología histórica, Madrid, Ediciones Cátedra
02 de Noviembre de 2022

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Hablar en este momento del siglo del tema que el libro suscita es tarea tan difícil como importante, necesaria nos atreveríamos a enfatizar. Nuestras sociedades globales ya y por ello cada vez más diversas y plurales, la complejidad que nos rodea, desde luego, en la información y el conocimiento, la no menor conciencia de incertidumbres compartidas de todo tipo y los enormes, graves y a un tiempo apasionantes desafíos que el horizonte científico y tecnológico plantea casi diariamente, precisan con seguridad un estudio especializado con el rigor que debe conllevar, pero también lo suficientemente interdisciplinar para que se convierta en la herramienta útil que todos demandamos en el pensar y el quehacer colectivo y que los más responsables de la cosa pública muy especialmente precisan. Surgen así, de vez en cuando, y como ese don casi milagroso, los libros imprescindibles, como el que hoy queremos comentar.

Lo es sin duda por muchas razones. El historiador y sociólogo que encierra este joven y extraordinario profesor de la Universidad Complutense, premio extraordinario del doctorado y premio nacional de tesis doctorales de la Sociedad Española de Ciencias de las Religiones, analiza el proceso de secularización en España para ofrecernos a un tiempo la mirada histórica capaz de descubrir las claves profundas de un proceso que desemboca en nuestro siglo hasta hacer de nuestro país una de las muestras más significativas de la rapidez, extensión, peculiaridad y pluralidad que hoy constituye nuestra sociedad en el conjunto de las europeas. Este aprecio por la ordenación de la memoria en un contexto de memorias como el europeo es una de las garantías sustanciales de nuestro futuro en común con cuanto ello significa. Señalar además rupturas, disrupciones, cambios y profundas transformaciones desde el siglo XIX es retratar lo esencial de una observación que enfatiza al mismo tiempo el declive religioso y las metamorfosis de las formas de religiosidad que vive hoy la sociedad española en el conjunto de la europea. Con ser todo ello relevante, se atreve además el autor a regalarnos, en su tercera y última parte, una verdadera prospectiva sobre el devenir del proceso estudiado, verdadera guía de caminantes, a la que volveremos más adelante. Cabe reseñar ahora además que no espere de este investigador ningún lector concesión alguna al tópico superficial o trivializado en un tema tan propicio a lecturas apriorísticas y hasta maniqueas, no sólo por su profunda honestidad intelectual y moral, sino además por su explícito compromiso con las fuentes primarias, no pocas descubiertas, todas escrupulosamente radiografiadas, sino además porque no hay atisbo en su palabra de cualquier tentación laicista coyuntural o detenida en alguno de los tópicos decimonónicos, sino que aflora en su pensamiento por una apuesta por la laicidad positiva o cooperadora, que, sin temor a la pertinente denuncia, apuesta por la esperanza de una democracia con mayor radicalidad y mejor comprensión y aprecio del proceso que ha estudiado con tan loable profundidad.

Nada mejor para predicar su lectura integral que acudir, con la brevedad precisa, a los propios enunciados del autor, que revelan la original y poderosa arquitectura del libro. Ya su primera parte, tan esencial como breve para facilitar su lectura en un asunto teórico de escarpado acceso, es el ámbito teórico-metodológico que justificará su análisis general. En efecto, la Sociología Histórica permite al autor destacar desde “los rostros de diversas generaciones los recovecos de lo que ha sido la era de la secularización en España, por los tejidos de nuestras costuras existenciales”. Nada menos, cabría apostillar. Le pareció preciso, con razón, desbrozar para ello “una historia” de tal concepto, que nos lleva “de Max Weber a Charles Taylor”, apartado tan fundamental para muchos y seguramente apasionadamente enjundioso para estudiantes de sociología o simplemente interesados en tan singular trayecto. Concluye esta parte primera develando la compleja originalidad que sostiene el análisis de toda la obra y lo hace, propiciando que la sociología histórica abrace también dos ámbitos que la alimentan: el sustento filosófico inherente a su desafío epistemológico y la dimensión cultural que explica no pocos episodios de tal proceso. Señala así los tres ejes de estudio para cada período deteniéndose lo suficiente en su metodología: a) las estructuras sociales y las prácticas cotidianas; b) las transformaciones culturales a través del aspecto narrativo de los imaginarios y c) desde una perspectiva sociohistórica (pág. 40).

La segunda parte del libro, sin duda la más densa y extensa, agrupa a cinco grandes capítulos (del 2 al 6), con una periodización, que devendrá ya canónica, para establecer y ordenar ese largo proceso que justifica tan plenamente el libro. Es conveniente resaltar, por cuanto condensa, el propio título de esta Segunda Parte que reza así: EL CAMINO HACIA LA ERA DE LA SOCIALES DE DESCATOLIZACIÓN, RECATOLIZACIÓN Y SECULARIZACIÓN. Si no olvidamos que el estudio se extiende desde 1898 hasta el 2011, donde quedaría asentada esa era, tenemos ante nosotros la condensación de un periodo histórico, sin el que sencillamente no cabría entender cabalmente la España que hoy cabe contemplar y vivir en la experiencia propia que acumulan, en la vieja definición orteguiana, las tres generaciones que ahora le dan vida: la mayor aún con memoria fundamental de los testimonios del siglo XX que el libro pone manifiesto, la intermedia que goza de memoria viva o recibida de la propia transición de la Dictadura a la Democracia y la de los jóvenes, muchos de ellos millenials, que ocupan un espacio ciertamente tan heterogéneo, diverso y plural como la sociedad que les vio nacer y cuyo protagonismo está pendiente aún de la dignidad que requiere y carente probablemente del diálogo creador en profundidad que el conjunto debiera saber llevar a cabo. Cabría, sin duda, al leer la significativa secuencia de los tres sustantivos que encadenan el largo periodo histórico una pensar en una centralidad católica excesiva para el lecho de su desembocadura que caracteriza la pluralidad, pero es precisamente esa “exageración” (el término es mío) una de las notas relevantes y peculiares del caso español, que el profesor Ruiz trata con una madurez tan llamativa en asunto siempre escabroso en la memoria historia de los españoles. Me atrevo a alabar además, y ello tiene especial significación en el posible lector de este emblemático lugar, la exquisita sensibilidad en las veces que el autor evoca, recuerda, señala o pondera las otras confesiones cristianas o del Libro especialmente. Son muchas las evaluaciones que transita por cada uno de estos capítulos. La dialéctica Modernidad-Iglesia, ciertamente proceso no singular de España, pero sí muy afincado en la vieja península, como sustentadora del comienzo tan idiosincrático de esa dualidad que el profesor resume en las páginas que le dedica en “De la España católica a las dos Españas” y “Entre el laicismo y nacionalcatilicismo” en la ya temprana época que toca el capítulo 2, de 1898 a 1939 y que examina esa “primera ola de secularización”.

Me complace mucho por otro lado destacar en los capítulos 3 y 4, que comprenden el largo tiempo de la Dictadura de Franco, las muchas trazas de ese complejo periodo que el autor ha podido investigar en no pocos archivos importantes, de diversa naturaleza y mostrar ahora en este volumen, que sin duda generarán otras relevantes y análogas investigaciones. La riqueza que produce este primer expurgo, por ejemplo, del Instituto Fe y Secularidad es sin duda una manifestación ejemplar de aquel tiempo, pero los múltiples rostros que aparecen en estas apretadas cincuenta páginas, resaltan una mirada alejada a cualquier estereotipo y que adquiere en este volumen la madurez, esbozada en sus antecedentes, sobre la complejidad de este tiempo excepcional. Permítanme transcribir algunos de esos epígrafes o título para llamar la atención de la enjundia que el lector encontrará con seguridad: “Más allá de la retórica oficial: el contradictorio catolicismo de una España nacionalcatólica” ya en el primera mitad del periodo, o “las múltiples caras del cambio socioecómico” que sustentan y explican ese ambicioso como atractivo título del conjunto capítulo 4, en el que estudia, en vinculación original, “Rupturas y desintegración de la España nacionalcatólica (1965-1975)”.

Los capítulos 5 y 6, en apretado análisis, analizan dos periodos fundamentales, el primero tal vez más conocido en sus grandes trazos, pero que evalúa ya ahora, con gran lucidez en mi criterio, “la transición religiosa en España (1976-1986”), por cuanto ordena los datos mejores disponibles para comprobar las razones de la rápida secularización de aquella sociedad española y ordena las causas del compromiso y el cambio en la propia jerarquía católica, temas ambos de gran relevancia para el tema general del libro, pero también para la reciente discusión y hasta polémica pública sobre ese tiempo de la transición democrática y sus primeros lustros. El capítulo 6 no es menos importante y me atrevería a señalar de obligada recomendación para académicos de variadas disciplinas y responsables públicos de todo nivel, porque podemos leer en veinte páginas, quizá las más densas, el análisis más pormenorizado y a un tiempo cualitativo que cabría realizar de esa tan veloz aceleración del proceso de secularización que hoy es ya u  hecho estructural en la España de nuestro siglo, con la pertinente valoración de las transformaciones de fondo y las tendencias que parecen mantenerse. Pero más aún, y aquí reside otra de las aportaciones sustancialmente originales del libro, la valoración que se realiza en este capítulo, cuyo inteligente título ya es anuncio prometedor de su contenido, “Secularización y laicidad en el cambio de siglo (1987-2011)” abre una novedosa perspectiva que pocas veces se ha profundizado con la finura que aquí se muestra y menos se ha enfocado sumando las dos cuestiones candentes para el futuro colectivo: la doble perspectiva de “España secular: ¿España laica” y “No solo secularización: transformaciones religiosas entre finales del siglo XX e inicio del XXI.

No resulta ahora extraño que el profesor Ruiz añada un regalo tan inesperadamente gratuito, como apasionadamente valioso, en lo que termina siendo la Tercera Parte que al inicio de esta reseña ya enfatizábamos. Es don gracioso, pues el libro habría cumplido ya su cometido como documento indispensable de un proceso de tan señalada importancia en nuestras sociedades plurales. Sin embargo, el valor del mismo aumenta cualitativamente cuando podemos leer y repasar en este final todo un Programa para el seguimiento cabal y, en consecuencia, para las iniciativas en torno al pensar y al hacer colectivo que resulta sencillamente ejemplar. El cierre dl capítulo seis tiene en el siete, primero de esta tercera parte, que se intitula “La era de la secularización: 100 años de cambio sociorreligioso” no sólo el resumen cabal, sino la valoración que alcanza el nivel de una “hermenéutica” (así la denomina, con original precisión, el autor al dar significado a esta parte final completa) con pretensiones plenamente justificadas de ordenación estructural. Tal poderosa arquitectura justifica el ambicioso abordaje del  capítulo octavo y final, “Postsecularización en la España del siglo XXI” en el que se busca  la explicitación de una sólida fundamentación conceptual, teórica, desde aquella perspectiva que enunciábamos, filosófica, sociohistórica y cultural, heredera sin duda del más creativo Habermas o el Taylor más sugerente, pero acrecentada con más plurales perspectivas y, sobre todo, con la madurez propia del autor que se atreve ya a engrandecer ese patrimonio académico con una hermenéutica propia tan atractiva como satisfactoria, a nuestro entender, pues aporta la prueba empírica y a un  tiempo profundamente humanista de su praxis. Lea con este fin el lector curioso y hasta exigente el último apartado, que trata de “La conciencia de lo que falta: De la postsecularización hacia la postsecularidad” y deténgase, con pluma y papel, ordenador si así lo prefiere, en el diálogo de nuestro autor con la pluralidad de voces autorizadas para plantear su tesis y, sobre todo, en el contenido de “las siete ideas conlcusivas… sobre ese empreño utópico necesario para el avance social” (págs. 274 y ss.), realmente fecundo e innovador. No se olviden tampoco de degustar una Bibliografía tan rica como sugerente que cierra felizmente este libro extraordinario.

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