La misa de resurrección y la procesión nocturnas
La tradición ortodoxa rumana dicta que la liturgia dé comienzo en el templo a oscuras en torno a las doce de la noche con las palabras “Venid, coged la luz”, basadas en las palabras atribuidas a Cristo “Soy la luz del mundo, el que me siga nunca andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8: 12). A la media noche se anuncia con alegría que Cristo ha resucitado y el templo, que ha permanecido a oscuras, es ahora iluminado repentinamente por un cirio encendido que porta el sacerdote al salir del iconostasio y que simboliza la resurrección de Cristo. Este momento se conoce como la “captura de la luz sagrada”, en el que el sacerdote invita a los fieles a tomar de él “la luz sin ocaso”, la “luz de Jerusalén”. Cuando cada uno de los fieles ha encendido ya su propia vela, y en aras de anunciar la buena nueva, la luz sale del templo en una procesión precedida por una gran cruz y dirigida por el sacerdote, acompañado de los fieles que portan cada uno su vela encendida como símbolo del sepulcro vacío. El itinerario tradicional son tres vueltas al templo, en conmemoración de los tres días que según el evangelio estuvo Cristo muerto. El mismo finaliza con la entrada del grupo nuevamente en el templo iluminado. La liturgia prosigue tras la procesión en un luminoso escenario diametralmente opuesto a la penumbra anterior. Tras el último sermón de la noche y sin cesar los cánticos litúrgicos, comienza la parte más jubilosa y festiva de la noche. Los fieles hacen fila para recibir un vaso con pan mojado en vino litúrgico bendecidos por el sacerdote que llevarán a sus casas, y para que les bendigan los alimentos que no han podido consumir durante la Cuaresma y que muy probablemente serán degustados en la comida del domingo. Tras ello, la confraternización y la degustación de algunos platos alargan la celebración hasta la madrugada. Al regresar a casa, la tradición dicta que los fieles lleven su vela encendida y traten de mantenerla así hasta la mañana del domingo.
No obstante, la casuística de cómo la Iglesia Ortodoxa Rumana celebra la noche de Pascua en España es variada y la condición de confesión minoritaria, el gran volumen de fieles que se dan cita (hasta dos mil en parroquias como las de Alcalá de Henares, Arganda, Coslada, Madrid, Parla, Torrejón, Barcelona, Zaragoza, Valencia, etc.-, y en otras incluso más), o la ubicación del templo (en zonas periféricas, polígonos industriales o pequeñas calles de difícil tránsito multitudinario) son, a veces, determinantes para su desarrollo de una u otra manera. En primer lugar, pese al dictado de la tradición de que la misa de resurrección se celebre a las doce de la noche (primera hora del domingo de resurrección) y tras ella la Eucaristía, las necesidades pastorales y circunstancias como la alejada ubicación del lugar de culto y las malas conexiones de transporte público en horario nocturno, hacen que en algunas parroquias la noche de Pascua finalice en torno a la una de la madrugada y reserven la celebración de la Eucaristía para el domingo sobre las diez de la mañana, como es el caso de la parroquia Santo Apóstol Andrés de Arganda de Rey. En otras, en cambio, se celebra la misa y la Eucaristía en la misma noche, comenzando la misa a las once o doce de la noche y prolongándose la celebración hasta las tres o cuatro de la mañana.
En segundo lugar, la procesión no es sólo el único momento de la noche de Pascua que reclama el uso de la vía pública. Hay parroquias en las que los fieles siguen la liturgia desde el exterior del templo, cuando el aforo de este no puede albergar el gran número de personas reunidas; en estos casos algunas parroquias instalan equipos de megafonía y televisión.
Por último, en lo relativo a la procesión, existen algunas parroquias que celebran la procesión alrededor del templo porque su ubicación lo permite y la administración local garantiza su desarrollo en condiciones de seguridad; o bien que procesionan alrededor del templo sin realizar comunicación alguna porque su ubicación y un menor número de fieles lo permiten sin generar molestia alguna. Sin embargo, el caso mayoritario es el de las parroquias que no celebran la procesión. Un primer motivo es no querer desarrollar un itinerario procesional extremadamente largo cuando, por ejemplo, el templo se ubica en una nave de un polígono industrial, casos de Arganda y Parla, o en un local integrado en una manzana de inmuebles, caso de San Pacomio de Gledin en Madrid.
También son muchas las parroquias que ni siquiera se plantean el uso de la vía pública argumentando “no molestar al vecindario” o “porque aquí la gente es católica”. Algunas de las que sí se lo plantean, por su parte, en ocasiones se encuentran con obstáculos administrativos por parte de las autoridades municipales (“el recorrido no es adecuado”, “respondieron cuando ya había pasado”, “me pedían una serie de cosas que no teníamos”, etc.). Se han dado casos, incluso, de dificultades municipales no ya para la celebración de la procesión, sino para la propia congregación de personas en el templo y sus inmediaciones. Las formas de sortear estas diversas dificultades son igualmente variadas, distinguiéndose entre aquellas parroquias que realizan una procesión alternativa dentro del templo; y, en mayor medida, las que no la realizan tampoco dentro porque los templos ortodoxos rumanos generalmente no están consagrados, al tratarse de espacios alquilados por un tiempo limitado.
Otra práctica es la solicitud de espacios como polideportivos e instalaciones municipales o el arrendamiento de grandes locales privados, reuniendo en ocasiones más de cinco mil personas en una liturgia de larga duración en la que entran y salen fieles durante toda la noche. En Fuenlabrada, por ejemplo, ante el volumen de fieles, la parroquia de Santa Catalina de Alejandría solicita espacios públicos como el parque de La Paz para celebrar la liturgia completa: con la puesta de sol, los fieles se dirigen al parque, y como si fuera en el interior del templo, a las doce de la noche el sacerdote enciende las velas de los fieles. Entre las que optan por espacios privados, la parroquia de Santo Gran Mártir Jorge de Barcelona, por ejemplo, celebra la Pascua en el hospital católico de Sant Pau, pero no salen en procesión, solo “entran y salen” por el gran volumen de fieles que se dan cita, unos tres mil.