La diversidad religiosa, espiritual y secular en la universidad: una asignatura pendiente

Cuestiones de pluralismo, Volumen 5, Número 1 (1er Semestre 2025)
31 de Mayo de 2025
DOI: https://doi.org/10.58428/DVQT3621

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Por Mónica Cornejo Valle

Las universidades tienen el potencial de inspirar y liderar a la sociedad en su respuesta al cambio cultural y social, formando a las nuevas generaciones, y dándoles la oportunidad de experimentar en el contexto universitario la riqueza y profundidad de una convivencia en diversidad.


 

La internacionalización de la educación superior y la investigación, junto con la movilidad estudiantil y del personal académico, constituyen importantes impulsores de la diversidad en los campus, pero la diversidad específicamente religiosa, espiritual y secular no ha sido un tema al que se haya prestado mucha atención ni recursos. En un informe de 2022 para Estados Unidos y Canadá (INSPIRES: Interfaith, Spiritual, Religious and Secular Campus Clima Index), dos de los países más comprometidos con la gestión activa de la diversidad religiosa, sólo el 10% de las universidades consultadas (de un total de 210) formaban a su personal para incluir la diversidad religiosa, espiritual y secular en su actividad laboral. Sólo el 29% de los campus ofertaban menús “cultural y religiosamente sensibles” en sus comedores de forma general, y ninguna universidad ni college obtuvieron 5 estrellas en su calificación (la mayoría de instituciones recibieron entre 1 y 3 estrellas solamente).

En Europa no existen por el momento estudios comparativos similares. El consorcio Una Europa recientemente ha recomendado integrar la dimensión religiosa, espiritual y secular en las políticas de diversidad de las universidades europeas (Engaging with Diversity in European Universities, 2022), pero no se detiene en el tipo de abordaje o los instrumentos convenientes para ello. Mientras tanto, sabemos que la co-presencia de personas religiosamente diversas no da lugar por sí sola a una convivencia inclusiva. Otro informe estadounidense, antecesor del anterior y pionero en el estudio de la diversidad religiosa en los campus (IDEALS: Bridging Religious Divides through Higher Education, 2020), encontró precisamente que las amistades interreligiosas e interconviccionales, incluso siendo valoradas muy positivamente por quienes las mantienen, no preparan al alumnado para gestionar diferencias ideológicas profundas. A pesar de la importante presencia de estas amistades, quienes pertenecen a minorías religiosas tienen una percepción más negativa de la convivencia en el campus, mostrando que hay una vivencia desigual de la inclusión. Además, el informe señala una disonancia entre los valores que las personas afirman sostener (como la apertura, el respeto o la convivencia intercultural) y su escasa implicación en acciones concretas para materializar esos valores. Estos hallazgos subrayan la necesidad de intervenciones institucionales intencionadas que promuevan no sólo la convivencia, sino también la comprensión crítica y el compromiso activo con la diversidad.

TRES ÁREAS DE ACCIÓN: FORMACIÓN, ACOMODOS Y RESPUESTAS

Los informes americanos nos enseñan que una política universitaria verdaderamente inclusiva en materia de diversidad religiosa, espiritual y secular debe articularse en torno a tres áreas complementarias de acción: la formación, los acomodos razonables y las respuestas institucionales ante situaciones de discriminación o conflicto. Aunque la alfabetización interreligiosa e interconviccional tiene una cierta prioridad lógica, las tres áreas de acción son interdependientes.

La alfabetización de toda la comunidad universitaria en materia de diversidad religiosa, espiritual y secular no sólo permite comprender la diversidad de creencias y convicciones presentes en los campus, sino que es también la condición necesaria para que otras medidas, como los acomodos académicos o los protocolos antidiscriminación, sean entendidas y aceptadas como justas y necesarias. Sin un marco compartido de conocimiento y sensibilidad, estas acciones corren el riesgo de ser percibidas como privilegios arbitrarios, especialmente en contextos marcados por la competitividad, como lo puede ser el universitario. Además, tanto estudiantes como personal universitario que pertenecen a minorías religiosas, reclaman especialmente la formación del profesorado y personal administrativo pues, en su experiencia, los prejuicios y estereotipos tienen un impacto más negativo en la vida académica que la falta de espacios o de menús adaptados.

La segunda área de acción se refiere a los acomodos institucionales necesarios para garantizar la participación plena y equitativa de todas las personas, y quizá es el área en la que todas las personas pensamos cuando imaginamos una política universitaria de gestión de la diversidad religiosa. En este contexto, los acomodos incluyen la habilitación de espacios de encuentro y oración, así como servicios de acompañamiento pastoral que pueden adoptar formas religiosas, espirituales o seculares, según las necesidades de alumnado y personal. Pero también deben contemplarse ajustes en los servicios cotidianos del campus como menús cultural y religiosamente sensibles en todos los comedores universitarios, o facilitar cocinas en las residencias estudiantiles que permitan la preparación de alimentos acordes a las propias convicciones. En este ámbito también se incluyen las adaptaciones académicas relacionadas con el calendario de clases y las fechas de evaluación, de modo que se respete la observancia de festividades religiosas relevantes para las distintas comunidades presentes en el campus. Un aspecto menos conocido del acomodo está relacionado con la etiqueta, incluyendo desde el saludo hasta el vestido para los actos formales, que son habituales en las universidades.  

Una tercera área está constituida por las políticas institucionales de prevención y respuesta frente a situaciones de discriminación o conflicto en las que lo religioso, espiritual o secular son un factor. Aunque en los últimos tiempos se han desarrollado muchos protocolos antidiscriminación en todas las instituciones, la dimensión religiosa suele pasar desapercibida como una mención más en una lista de otras diversidades. Sin embargo, existen debates y situaciones específicas de la cuestión religiosa, que pueden y deben ser anticipadas por la gestión. Por ejemplo, este sería el caso de la predicación o la difusión de contenidos religiosos, espirituales y seculares en los campus. La universidad es una institución jerárquica en la que no tiene el mismo efecto sobre la comunidad el proselitismo del profesorado en el aula que la difusión de contenidos por parte de una asociación estudiantil. Es necesario reflexionar sobre lo específico de la dimensión religiosa y conviccional, y pautar valores y conductas adecuadas que protejan la libertad de cátedra y expresión, sin permitir el acoso o la presión sobre otras personas. Además, se deben incluir mecanismos de evaluación y seguimiento que permitan valorar la eficacia de los protocolos y las intervenciones en el medio y largo plazo.

AULAS PARA TODO

Como en el resto de Europa, la atención específica a la diversidad religiosa, espiritual y secular en España es escasa y desigual. En varios momentos ha habido debates e iniciativas relacionadas con los espacios de encuentro y oración. La mayoría de universidades españolas cuentan con capillas católicas y un capellán que ofrece servicio espiritual. Según declaraba a La Vanguardia el delegado de pastoral universitaria del Arzobispado de Madrid, Feliciano Rodríguez, el alumnado busca ese servicio especialmente en épocas de exámenes. Algunas universidades públicas han abierto también espacios multiconfesionales de distinta tipología, pero la práctica más extendida en las universidades españolas, tanto públicas como privadas, es la de facilitar aulas para usos confesionales o conviccionales, a demanda de estudiantes o personal. Las aulas son espacios confesionalmente neutros, fáciles de reservar y acceder, que sirven para un rezo musulmán, para una meditación, para un estudio bíblico o para predicar, cuatro usos que me consta que se han dado en la Universidad Complutense de Madrid, y seguramente en muchas otras. También, por lo general, son espacios discretos, en los que la circulación de estudiantes o personal no llama particularmente la atención, lo que es importante para algunas personas.

A pesar de las ventajas del uso de aulas, no hay una visibilidad, ni reconocimiento u organización de una atención religiosa, espiritual o secular formalmente establecida. No se anuncia en ninguna web de la institución y es necesario conocer a las personas involucradas para participar. Ello revela una política más basada en la tolerancia que en el ejercicio consciente de una gestión de la diversidad.

Una opción de la que se ha hablado en los últimos tiempos son los “espacios de silencio”, un tipo de iniciativa que tuvo cierto éxito en Alemania (Tübingen) y Reino Unido (Hertfordshire, Newcastle) durante algún tiempo. La idea, sin embargo, ha recibido críticas por parte de algunas confesiones, porque estos espacios se propusieron como alternativos a los multiconfesionales, asumiendo que la espiritualidad está relacionada con el silencio y el recogimiento individual, mientras que el canto colectivo, la recitación en voz alta o la conversación son aspectos clave para la expresión espiritual de muchas confesiones. En la actualidad estos espacios existen vinculados al estudio, como es el caso de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona.

ASOCIACIONES DE ESTUDIANTES

A falta de otra implicación institucional, suelen ser las asociaciones estudiantiles las que visibilizan y hacen institucionalmente presente las diversidades religiosas, espirituales y seculares en los campus. Algunas asociaciones confesionales están bien organizadas y forman parte de proyectos estables de presencia religiosa en las universidades, como es especialmente el caso de los Grupos Bíblicos Universitarios o GBU, que, según su web, tienen presencia en más de 60 universidades en 47 ciudades españolas, y forman parte de una red de asociaciones similares en más de 160 países del mundo. Se trata de una red de asociaciones evangélicas cuyas actividades en los campus van desde el estudio bíblico a la predicación pública, pasando por exposiciones y otras actividades.

Otra asociación bien organizada es la Asociación de Estudiantes Musulmanes catalana. Según su web, la asociación surgió en 2020 como red de apoyo para estudiantes en las universidades catalanas, pero ahora mismo, con más de 100 participantes, articula iniciativas y proyectos con estudiantes de secundaria y bachillerato, y colabora con otros colectivos y centros culturales islámicos catalanes. La asociación promueve el diálogo interreligioso y otras actividades comunes en los campus, como mesas redondas y presentaciones. Sin embargo, este grado de organización y estabilidad no son lo habitual. Lo habitual son organizaciones pequeñas adscritas a facultades o campus específicos, con no más de 20 participantes. A pesar de ser organizaciones pequeñas, son las que más se han movilizado para lograr espacios de oración y negociar con las autoridades de las facultades y rectorados. 

Puesto que las asociaciones estudiantiles comunes dependen de las generaciones y las variaciones en su composición de año en año, sus iniciativas y su duración suelen ser precarias, y no son tan estables como podría serlo un servicio formalmente habilitado por la universidad, comprometido con actividades de interés para el campus, comprometido con hacer las actividades públicas para que lleguen a quien pueda estar interesada, y con alguna dotación presupuestaria o de personal. En algunos casos, las asociaciones estudiantiles tienen una denominación y un sentido claramente confesional, pero en otros casos, las asociaciones tienen un carácter más cultural o político, y acogen actividades confesionales de una forma secundaria a su orientación principal.

DOS MODELOS DE GESTIÓN DE LA DIVERSIDAD

Aunque hay muchas iniciativas pequeñas valiosas en muchas universidades, hay pocos ejemplos de gestión integral de la diversidad religiosa, y se pueden identificar dos modelos generales: la capellanía multiconfesional (orientada a los servicios espirituales) y la oficina de atención a la diversidad religiosa (orientada a la convivencia). La primera es el modelo de la Universidad de Yale, que ofrece servicios a 12 comunidades de fe distintas a través de una oficina única. Desde esta oficina se publica una guía para una alimentación respetuosa de las creencias y el calendario lectivo con referencias a las festividades de las tradiciones religiosas que acoge. También se programan actividades interreligiosas e interconviccionales de diálogo y convivencia, además de las actividades propias de cada confesión. Yale tiene una línea de trabajo específicamente orientada hacia personas LGTBIQ+ y sus necesidades espirituales. En este modelo de gestión, las universidades seleccionan y contratan a las personas responsables de cada capellanía, puesto que se entiende como un servicio universitario más.

Un segundo modelo es el que ha desarrollado la Universidad de Denver y su oficina de “Vida Espiritual”. Hasta 2024, esta oficina era una sección que atendía las demandas de acomodo religioso de estudiantes y personal. Desarrollaron para ello protocolos y formularios de demanda y revisión de respuestas, calendarios multiconfesionales, guías de etiqueta interreligiosa e interconviccional, recursos y guías de otras instituciones, actividades en el campus y un programa de formación para su propio personal. Desde 2025, han ampliado el enfoque. Han implementado encuestas propias sobre el clima religioso y espiritual en su campus, han añadido un plano de los “espacios de rezo y reflexión” para que estudiantes y personal puedan fácilmente localizar estos lugares, han creado un grupo de mentorías entre estudiantes para facilitar la integración en la vida espiritual del campus, y siguen ampliando actividades y programas para dar a conocer la diversidad religiosa a toda la comunidad universitaria. En Denver también se ofrecen servicios espirituales de diferentes tradiciones, pero este no es el objetivo principal de su oficina.

LA CAPELLANÍA HUMANISTA

Una innovación en materia de atención a la diversidad religiosa, espiritual y secular en las universidades son las capellanías humanistas. Una capellanía humanista es un servicio de acompañamiento y apoyo emocional, ético y existencial destinado a personas que no se identifican con ninguna religión, pero que buscan orientación, escucha activa y reflexión sobre cuestiones profundas de la vida, la ética y la convivencia. Se implantaron por primera vez en el ejército y luego en hospitales, dos espacios en los que se lidia con cuestiones de una profundidad existencial evidente, y ya están presentes en las universidades de varios países. Como en otros servicios similares, las personas interesadas en ejercer de “pastores” deben formarse apropiadamente en cuidado espiritual para personas no religiosas y no creyentes, una formación que la Non-Religious Pastoral Support Network ofrece desde su fundación en 2016.

Aunque algunas universidades como Harvard, MIT y Standford en Estados Unidos han sido pioneras en la atención espiritual a personas no religiosas (Harvard ya ofrecía este servicio en los años 70), hoy en día no está integrado en la atención espiritual ofertada por sus capellanías convencionales, y ha vuelto al modelo de servicio ofertado por asociaciones de estudiantes. Lo mismo ocurre en Yale, Columbia y otras. En el Reino Unido y en Canadá, sin embargo, el servicio se considera una forma más de atención espiritual, y se equipara a otros servicios similares. En el Reino Unido está presente en universidades como Exeter, Sussex, Sheffield, Nottingham o Edimburgo, y en Canadá lo encontramos en Toronto, Ottawa y Manitoba, entre otras.

MIRANDO AL FUTURO

Aunque pueda ser sorprendente, según el informe IDEALS: Bridging Religious Divides through Higher Education, de 2020, las universidades seculares públicas tienden a tener más políticas de adaptación religiosa (81%) que las instituciones religiosas, al menos en Estados Unidos. Quizá las instituciones confesionales tienden a asumir que sus estudiantes comparten la misma tradición religiosa, mientras que las universidades públicas deben prepararse para acomodar una mayor diversidad de creencias. Pero no sabemos si esta es la situación en Europa. Al igual que otras políticas de diversidad, su presencia e implantación dependen de voluntades y estilos políticos, así como de la sensibilidad social hacia estas cuestiones. Sin embargo, las universidades han tenido siempre el potencial de inspirar y liderar a la sociedad en su respuesta al cambio cultural y social, formando a las nuevas generaciones, y dándoles la oportunidad de experimentar en el contexto universitario la riqueza y profundidad de una convivencia en diversidad. Teniendo en cuenta esta vocación de liderazgo social, cada universidad debería preguntarse: ¿Son nuestros campus un ejemplo para una sociedad religiosamente plural? ¿Son nuestros espacios seguros y adecuados para acoger y expresar la diversidad de convicciones contemporánea? ¿Formamos estudiantes para un futuro de convivencia interreligiosa? Y, en este contexto, ¿qué sistema de gestión de la diversidad religiosa encajaría mejor en nuestras universidades públicas teniendo en cuenta el modelo de relación entre el Estado español y las confesiones religiosas?

Cómo citar este artículo

Cornejo Valle, Mónica, "La diversidad religiosa, espiritual y secular en la universidad: una asignatura pendiente", Cuestiones de Pluralismo, Vol. 5, nº1 (primer semestre de 2025). https://doi.org/10.58428/DVQT3621

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