Lo sagrado, lo profano y la ropa
Las industrias y servicios asociados a la moda han logrado que nuestra atención a este tema esté guiada casi únicamente por su publicidad y sus intereses cambiantes. De manera que la indumentaria y el adorno, así como la desnudez también, parecen ser básicamente frivolidades hasta que aparece algún conflicto, y entonces caemos en la cuenta de que hay normas sociales, valores y creencias profundamente arraigadas, a veces inconscientes, que hacen que la ropa signifique mucho más de lo que parece. En ningún área mejor que en las religiones podemos ver la profundidad del significado de la ropa. De hecho, todas las grandes religiones presentan algún tipo de regulación de la vida social que se expresa en forma de vestimenta, empezando por el uso del atuendo para visibilizar la separación social (y espiritual) de los individuos consagrados respecto a los seculares, lo que es propio de las confesiones con fuertes monacatos, como el catolicismo, el cristianismo ortodoxo o el budismo. Entre los símbolos más populares del monacato budista se encuentran, sin duda, las túnicas y el rapado del cabello. En el caso del catolicismo, la condición sagrada de la persona se aprecia de forma más llamativa en las ropas ceremoniales, que constituyen un código de vestimenta institucional muy elaborado que es, además, un caso de moda fosilizada, como señala la antropóloga Linda Arthur en su interesante recopilación Undressing Religion (2000).
En el caso de las confesiones que rechazan el monacato, como el islam o el evangelismo, la vestimenta puede expresar un esfuerzo por sacralizar el mundo (profano), de forma que el propio cuerpo se convierte en un mensaje moral. En realidad, este uso es bastante común porque los espacios mundanos son mucho más numerosos que los espacios sagrados, y en esos espacios no sagrados es en los que la religiosidad adquiere un mayor significado como elemento de distinción personal y comunitaria. Como elemento de distinción personal, la vestimenta y el adorno son formas de expresar la propia piedad y el compromiso público de las personas con las doctrinas. En este sentido, hay religiones en las que vestimenta y adorno se han convertido en un complejo código social para expresar la posición de las personas en la estructura social. Las tradiciones de yazidíes y drusos prescribían detalles muy elaborados acerca del tapado de la cabeza, el volumen y estilo de la barba, los colores de la ropa, la desnudez de la cara, del torso, de las piernas, el tipo, tamaño y cantidad de abalorios que usarán (o no) en orejas, tobillos, muñecas, narices, e incluso el tipo de bordado de la ropa. Y todo ello dependiendo de si se trata de menores de edad o mayores, si son hombres o mujeres, sus oficios familiares, su riqueza o sus vínculos políticos. Pero tanta complejidad no es común. Lo más extendido es, como en el caso del islam y del cristianismo, que unas pocas pautas representen suficientemente la piedad y el compromiso público del creyente. Esto es lo que ejemplifican con el velo y barba islámicos, pero también el uso de símbolos cristianos ostensibles, que también fueron objeto de amplia polémica especialmente en Francia, con las leyes de 2004.
Como elemento de distinción colectiva, la indumentaria también sirve para visibilizar la pertenencia e identidad comunitarias, lo que es especialmente importante para algunas comunidades cuando se encuentran en situación de ser una minoría en una sociedad plural o mayoritariamente de otra confesión. Sombreros, barbas, turbantes, tocados, delantales, puñales, peinados, afeitados, etc. son parte de la vida cotidiana de grupos como los sijs, los judíos hasidíes o los anabaptistas amish y menonitas. El judaísmo, como señala Linda Arthur, se basa en la idea de que la existencia de las personas tiene como fin glorificar a dios, lo que convierte el ir vestido “apropiadamente” en un deber religioso. Moisés prohibió la desnudez y también prohibió llevar indumentarias no judías, intentando prevenir la asimilación cultural y religiosa. Estas ideas se han reactualizado entre los judíos conservadores que procuran vestir de modo que se diferencie su identidad de otras a simple vista, y argumentos similares se encuentran en los otros grupos. En estos casos, no se trata de una afirmación solamente política de la presencia de la comunidad, sino que la vestimenta y el adorno se convierten en una forma de expresar que la propia comunidad es de alguna forma sagrada para sus fieles.