Reflexiones sobre el hinduismo en España, hoy

Cuestiones de pluralismo, Volumen 2, Número 1 (1er Semestre 2022)
31 de Mayo de 2022
DOI: https://doi.org/10.58428/HRXE3273

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Por Francisco Díez de Velasco Abellán

El hinduismo es un ingrediente de la diversidad religiosa española que a veces queda algo invisibilizado, pero que acompaña desde hace siglo y medio la historia del país y presenta una ejemplar diversidad aunque también algunas debilidades en su implantación y visibilización.


 

Foto de Victoria Contreras. Templo Tenerife Sur. Celebración en honor a Ganesha
Foto de Victoria Contreras. Templo Tenerife Sur. Celebración en honor a Ganesha

Tercera religión del mundo en número de seguidores, en el contexto globalizado en el que vivimos encontramos que el hinduismo no puede dejar de resultar una referencia cada vez más presente y que no se puede reducir, fuera de la India, a un mero ingrediente exótico entre estrechos círculos de curiosos. Pesa sin duda el papel cada vez más destacado de quienes conforman la más numerosa democracia poblando la sexta parte de nuestra patria común que es el mundo. No podemos obviar, a pesar de que estemos acostumbrados a invisibilizar las creencias en tanto que vástagos de la(s) Modernidad(es), un entorno de referencias comunes de más de mil millones de nuestros convecinos del planeta.

Por eso surge una primera pregunta, ¿sería el hinduismo únicamente una religión nacional?, si fuese así solo sería apta para quienes provienen de la India y quienes la practicasen fuera de dichas fronteras lo harían como representantes expatriados, como elementos de transnacionalismo religioso, llevarían en su corazón siempre y necesariamente unas fronteras políticas (que, además, han cambiado) y que lo serían también de pertenencia religiosa. Pero, por mucho que en algunas ideologías que tienden a lo que podríamos denominar un nacionalhinduismo se quiera postular (y que conforma una mirada que incluye implícitamente el terrible añadido de que nadie en los límites de la India pudiera o debiera ser algo diferente de hinduista, salvo que sea un extranjero o se le considere como tal), esta religión milenaria resulta irreductible a un territorio determinado por muy extenso y excelso que éste se imagine. Puede ser elegido como opción religiosa por cualquier persona, pues es una más de las respuestas a nuestro alcance para enfrentar ciertas inquietudes humanas que han vehiculado con eficacia desde hace milenios las propuestas religiosas. Y ofrece elementos clave para encarar el reto que resulta, en la construcción de la convivencia entre la multiplicidad de caminos en el creer de nuestro presente globalizado, el diálogo interreligioso.

Por tanto, y desde la mirada necesariamente global, pero que se enfoca particularmente sobre España que buscamos en estas líneas, encontramos que el hinduismo entre nosotros no puede entenderse como religión de “expatriados”, de “extranjeros”. Sería un fácil recurso para dejarla olvidada en el cajón de la irrelevancia que caracteriza la posición extranjerizante respecto de las minorías religiosas que se agazapa en un criptonacionalcatolicismo que todavía habita en la (in)consciencia de muchos que no se paran a pensar que en el mundo multirreligioso en que vivimos las identidades religiosas y nacionales no pueden confundirse sin propiciar conflictos y vulnerar en mayor o menor medida el derecho a la libertad religiosa inherente a todo ser humano. Y qué decir de querer extranjerizar a colectivos que llevan en España desde hace más de siglo y medio, como ocurre con los hindúes de Canarias, por ejemplo. Que durante muchos decenios no se visibilizase su diversidad respecto del estándar religioso en España no quiere decir que no existieran, que no tengan una dilatada presencia, que sus imágenes de culto, sus altares, sus oraciones no lleven arraigadas durante más de un siglo en Ceuta, Gran Canaria, Melilla, Tenerife, pero también que hayan entroncado más recientemente en otras localidades desde Andalucía a Barcelona, sin olvidar a Madrid y tantos lugares más. Creencias que se practican cotidianamente, pero también se recitan y leen configurando una profusa tradición de escritos y textos sagrados cuyo estudio sin duda nos hará menos rehenes de las fronteras intelectuales de un “lo nuestro” que si se circunscribe provincianamente a una mera herencia europea solo puede empequeñecernos.

Y, además, hay en el hinduismo una riqueza que lo singulariza desde antaño, una pulsión hacia la diversidad que permite y posibilita muchas vías y muchas maneras de entender y de vivir la religión. Quizá sea esta una de las mayores riquezas que puede ofrecernos esta milenaria tradición a la hora de pensar la multiplicidad de creencias que caracteriza el mundo actual y la España de hoy. Tanto es así que la pregunta sobre si podemos hablar en singular de hinduismo se la han planteado muchos estudiosos, del mismo modo que tantos otros han criticado hasta la propia licitud del uso del término, estimándolo una denominación extraña, impuesta desde Occidente, producto del desbocado colonialismo que todo lo intentaba ahormar a los parámetros occidentales, para así, por medio de nombrar a los otros a su manera, mejor someterlos al dominio y la subalternización. Quizá el prólogo especialmente redactado por Gavin Flood para la segunda edición española de su famosa síntesis titulada El hinduismo nos pueda servir para disipar excesos puristas. No habría problema en el término hinduismo siempre que se renuncie a cualquier menosprecio, devaluación o estereotipo al emplearlo. Y desde luego querer homogeneidad sería caer en el estereotipo. Querer ahormar el hinduismo a los moldes, por ejemplo, de un solo libro, una sola tradición, una sola verdad, un solo maestro, un solo camino, una sola categoría, conviene mal. Quizá este sea uno de los problemas mayores para su correcta visibilización a los que se enfrenta en España. Sendas tan variadas son difíciles de encasillar en una horma estrecha.

Lo primero que encontramos es una dicotomía en los seguidores del hinduismo en España, en la línea de lo que acabamos de plantear relativo al papel de lo indio y no indio en la ecuación. Hay tanto lo que podríamos denominar hinduistas “étnicos” (o hindúes), como los que quizá podríamos nombrar como “neohinduistas”, es decir españoles, europeos o, en general, no asiáticos, que siguen esa religión.

En España es muy destacada la comunidad hinduista asiática. No podemos definirla como proveniente solo de la India actual ya que en España son principalmente sindhis, es decir originarios de la zona noroccidental del subcontinente indio. Los territorios desde los que muchos de ellos y sus abuelos y antepasados emigraron, no suelen pertenecer en la actualidad a la Unión India, sino a Pakistán tras los terribles movimientos poblacionales (en otras zonas denominados como limpiezas étnicas) que siguieron a la independencia y partición de la antigua India británica. Pero la potencia histórica de su presencia en España es muy anterior ya que hay que tener en cuenta que los primeros llegados lo hicieron casi un siglo antes que los primeros hippies pensasen en dirigir su devoción hacia sus divinidades y convertirlas en opciones de moda. En Canarias, por ejemplo, hay hindúes establecidos en las décadas de 1870 o incluso antes, hace casi siglo y medio. Con la partición llegaron las familias completas cuando antes eran los varones solos los que vivían en nuestro país. Han proliferado por tanto los templos familiares y luego los comunitarios. En torno a la mitad de la comunidad hindú en España se localiza en Canarias, donde presentan unos niveles máximos de integración, como también ocurre en Melilla y en Ceuta (y otras zonas), y sus actividades se insertan en redes comerciales transnacionales y quizá superan las 40.000 personas. En sus comercios los dioses de la India dejan en muchos casos lugar también para las advocaciones católicas, que por otra parte aceptan casi como propias porque puede que en ellas reconozcan a algunas de sus divinidades, aunque vestidas con el color local. Se trata de una actitud que apuntala y consolida los foros de diálogo interreligioso en los que el elemento hinduista es pilar de cohesión y eficacia en la interlocución. Es posible que resulten poco visibles y no solo porque en tanto que modernos tendamos a no ver religión allá donde podamos escamotearla, sino también porque existe un gran número de centros de culto, incluso con personal religioso adscrito a ellos, que no están registrados como entidades religiosas sino como asociaciones de tipo cultural o incluso vecinal. Un ejemplo destacado lo ofrece una de las comunidades hinduistas más numerosas de España, la que se sitúa en Adeje-Arona (Tenerife) y promueve ceremonias religiosas multitudinarias (con varios miles de participantes) con un gran seguimiento mediático: no se han registrado en el Registro de Entidades Religiosas (RER) y sus actividades, de marcado perfil religioso (aunque también lo tengan de carácter cultural o de autoidentificación diferencial en cuanto originarios de la India, en extenso) se realizan como asociaciones, en este caso específico bajo la denominación de Centro Cultural hindú Tenerife Sur. Por contra tiene un registro muy antiguo (de 1977) como entidad religiosa la Comunidad Hindú de Melilla que se caracteriza por aglutinar a miembros que provienen de la India o descienden de los hindúes que desde finales del siglo XIX se afincaron en la ciudad. Este registro refleja una actuación pionera aunque resulta desusada entre los hinduistas de origen, que son la mayoría en España, así por ejemplo en Canarias no hay ninguna entrada de estas comunidades en el RER a pesar de haber más de una veintena de lugares de culto activos, excluyendo los de estricto carácter familiar, y no pocos de ellos bien visibles como los “Geeta Ashram”. En el hecho de no registrarse se entremezclan múltiples factores difíciles de sistematizar. Desde luego no es desdeñable en el caso de muchos hindúes la indisociabilidad de los componentes identitarios y los religiosos, que puede llevar a no entender la necesidad de visibilizarse jurídicamente como religión, además de lo algo engorroso del proceso burocrático que se ha de ponerse en marcha y que puede resultar disuasorio si no reporta beneficios evidentes (y es que hasta ahora no suelen tener ningún problema notable para desarrollar su práctica religiosa aunque no se visibilice jurídicamente como tal). Comunidades muy extensas con templos numerosos y activos, con ceremonias religiosas a las que acuden millares de personas se visibilizan solo desde sus peculiaridades culturales, como si no fuesen religión. No se inscriben en el Registro de Entidades Religiosas, y por tanto no cuentan a la hora de que el hinduismo se ubique adecuadamente en la interlocución necesaria con el Estado. Y recordemos que la Constitución Española de 1978 instaura, además de la libertad de cultos y el no establecimiento de una religión oficial, la cooperación como un elemento clave en la relación con las confesiones-religiones. Pero justificar la necesidad de apostar por parte del estado por la cooperación con la confesión hinduista requiere visibilizar su arraigo y el número de registros es un criterio clave.

A diferencia de estos hinduistas “étnicos” que tan pocas inscripciones tienen en el RER, la estrategia registral de los hinduistas no asiáticos (tanto españoles como en general lo que no sin problemas podríamos denominar como “occidentales”) ha sido distinta. El registro hinduista más temprano en España, de 1976, y un año anterior al de la Comunidad Hindú de Melilla, fue el de la Asociación para la Conciencia de Krishna, grupo internacional que ha optado por una destacada visibilidad y que son reconocidos popularmente como “Hare Krishna” y que no desdeñan tomar las calles cantando alabanzas en que repiten esas palabras. Hay en la actualidad en el RER casi una decena de registros asociables con este colectivo de entre la veintena de inscripciones asociables con la confesión hinduista. Pero de todas formas resultan muy pocas, y así la voz del hinduismo se escucha con sordina en este aspecto de la cooperación. Y además no solo hay decenas de templos hindúes en España que no se registran como centros religiosos, como hemos visto, sino que otro tanto ocurre con muchos colectivos con una clara orientación hinduista que no se visibilizan como tales. En este punto se podría recordar una de las grandes aportaciones del hinduismo al mundo actual, el yoga. Hay en España junto a un sinnúmero de centros de yoga que solo lo practican como una sofisticada gimnasia, un cierto número de grupos de yoga que entroncan claramente en los caminos del hinduismo y podrían perfectamente optar por visibilizarse como colectivos asociables al hinduismo como confesión religiosa. Estaríamos desde luego ahondando de nuevo en la conformación de un camino claramente universalista en el que cualquiera, independientemente de su origen y lugar de nacimiento, podría perfectamente transitar. Muchas decenas de grupos podrían visibilizarse más allá de lo cultural entre seguidores en España de un yoga “con raíces”. En particular el interés enorme que cobran en nuestro mundo neomilenar las técnicas de meditación podrían propiciar que la reticencia (o incluso podríamos llamarlo miedo) a visibilizarse como religión por parte de este tipo de colectivos que añaden al yoga “gimnástico” elementos de autoconocimiento que ahondan en lo mental o espiritual y no solo en lo físico se mitigase. El estigma moderno respecto de lo religioso, que en ocasiones lleva a muchos seguidores de estos caminos a plantear que siguen una vía de sabiduría o de espiritualidad, pero no una apuesta religiosa, se mitigaría si ser etiquetados como religiosos no resultase estigmatizador.

De este modo sería bien sencillo evidenciar que el hinduismo podría cumplir los requisitos para ser reconocido como confesión de notorio arraigo en España, alcanzaría sin duda un número más que centenario de registros que se ubicarían en todas las comunidades autónomas, a añadir a la más que centenaria presencia en nuestro país.

Pero para ello sería necesario también que se potenciase una apuesta proactiva por parte de los grupos hinduistas españoles para coordinar esfuerzos y voces. En la actualidad, fundada en 2015 y desde 2016 inscrita en el RER, destaca la Federación Hindú de España, que aglutina a media docena de colectivos hinduistas en España y busca actuar como interlocutor del hinduismo tanto a nivel internacional (está afiliada al Hindu Forum of Europe) como respecto de las administraciones españolas. Pero resultan todavía una minoría respecto de los grupos hinduistas registrados en el RER. Tienen por delante un triple trabajo para consolidar un frente de interlocución unido y numeroso. Han de conseguir implicar a los colectivos de hindúes “étnicos” en la acción registral y en la labor de la federación. Han de potenciar la inclusividad respecto de los muy diversos grupos registrados, y en especial los del colectivo Hare Krishna, que no se han federado. Y han de conseguir que potencien su visibilización registral los numerosos colectivos que proponen un yoga de orientación religiosa, y que podrían hallar en la federación una plataforma que fortaleciese sus propuestas y ayudase a desestigmatizar el elemento religioso que resulta clave en los niveles más avanzados de la práctica yóguica.

Visibilizar es abrir los ojos y, en un mundo global como es en el que vivimos, el ingrediente del hinduismo resulta sin duda insoslayable en la palestra mundial. Pero, además, y especialmente en España, para que las miradas hacia lo religioso no queden innecesariamente ciegas frente a una herencia hinduista centenaria, resulta una labor clave ayudar a que los ojos se abran y que los muy diversos grupos hinduistas que pueblan la geografía española se visibilicen de un modo que no verlos no pueda ser caracterizado más que como ignorancia.

Cómo citar este artículo

Díez de Velasco Abellán, Francisco, "Reflexiones sobre el hinduismo, hoy", Cuestiones de Pluralismo, Vol. 2, nº1 (primer semestre de 2022). https://doi.org/10.58428/HRXE3273

Para profundizar

  • AA.VV. (2018). Veda dárshana. Pensamiento, espiritualidad y vida en la tradición hindú. Madrid: Federación Hindú de España.
  • Flood, Gavin (2008). El hinduismo, (segunda edición con nuevo prefacio). Madrid: Akal Universitaria.
  • Prat, Joan (2007). El estigma del extraño. Un ensayo antropológico sobre sectas religiosas. Barcelona: Ariel.
  • Vallverdú, Jaume (2001). El cant de la devoció: un estudi antropològic sobre els Hare Krisna. Tarragona: Arola.

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